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sexta-feira, 11 de fevereiro de 2011

LA ANTESALA DEL INFIERNO



    "Entonces sonreí contento, al ver mi acto tan adelantado. Mas durante muchos minutos el corazón batió con un sonido amortecido. Aquello, no obstante, no me exasperó; no sería escuchado a través de la pared. Por fin, cesó. El viejo estaba muerto. Aparté la cama y examiné el cadáver. Sí, estaba muerto, bien muerto. Puse la mano sobre su corazón y la mantuve allí por muchos minutos. No había pulsación. Él estaba bem muerto. Su ojo no me perturbaría más".
                                                                                                                                                                          Edgar Alan Poe.

    Esta es una historia que refleja la realidad de una prisión aterradora que no debería existir. Me he permitido cambiar el nombre de algunos personajes relevantes. Los hechos relatados han sido rigurosamente verificados y cotejados. Varias personas relacionadas de alguna forma con el "local" fueron entrevistadas para la elaboración de este trabajo.  Lo que van a leer es extremadamente violento y perturbador, por lo tanto, cualquier reacción que la lectura pueda provocar será por su cuenta y riesgo. En cualquier caso es una historia que refleja la realidad de un sistema penal cruel e ignominioso y una sociedad ajena e indiferente a tanto horror.

     Sin más preámbulos, adentrémonos en la obscuridad...


Parte I . Fin de un sueño.

23 julio de 2004. Viernes. Aeropuerto Galeão, Rio de Janeiro.
     Un hombre de estatura media, bien encima de su peso, se destacaba en la fila de turistas que facturaban sus equipajes en la zona de embarque del aeropuerto. Estaba sudoroso, sus movimientos nerviosos delataban que algo no encajaba. Tenía algo más de 40 años y vestía ropas simples, no llevaba cámara de fotos ni un reloj de marca, apenas un casio digital barato, comprado en una tienda de chinos. Ni siquiera llevaba un teléfono móvil. Los ojos bien entrenados de la Policía Federal no tendrían dificultad en percibir que aquel pasajero melenudo escondía alguna cosa.


Juan pensaba que todo iba a salir bien y que los colombianos de Leticia y Tabatinga habían hecho un buen trabajo con su maleta. Por su cabeza desfilaban un montón de ideas sobre lo que haría con los 6.000 euros que ganaría al entregar la carga a los destinatarios en Barcelona. Un bando de colombianos especializados en reclutar "mulas" le esperaba en la ciudad condal. Lo que él no imaginaba era que el destino le tenía reservada una realidad bien diferente. Durante el trabajo de impregnación en la selva, el clima no había acompañado y los 7 días de sol que la maleta necesitaba para que el trabajo fuese indetectable no habían sido respetados. El proceso químico de homogeinización molecular estaba imcompleto.

La mente de Juan divagaba sin descanso;

- El trankimazin que me tomé para disimular mi nerviosísmo no está funcionando, me siento cansado y somnoliento. Hace mucho calor, no entiendo porque los demás no sudan, qué mierda! No importa, va a salir todo bien, nadie aquí sabe que llevo 1´8 kilos de cocaína impregnada a nivel molecular en la maleta. Nunca van a descubrirme, he de mantener la calma. Ya falta poco, en menos de 12 horas estaré en España celebrando mi regreso con 6.000 euros en el bolsillo.

Habían pasado 7 días desde su llegada a Brasil y todavía no se había acostumbrado a la humedad y el calor pegajoso de los trópicos. Cuando llegó su turno, facturó una maleta imitación de Roncato de color beige, fabricada por los propios narcos en la selva amazónica. Seguidamente se dirigió a la cafetería cargando su pequeño neceser con algunos paquetes de Marlboro lihgt, una cartera con su identidad española, 18 reais, 72 euros , algunos teléfonos rabiscados en notas de papel de libreta, un cartón fiscal, una tarjeta caducada del BBA  y el pasaporte con un único carimbo datado de 18 de julio 2004. Con la maleta facturada la suerte estaba echada. Faltaba una hora para dirigirse a la aduana y de allí a la puerta de embarque. Súbió al segundo piso del aeropuerto, donde estaba la cafetería y pidió una coca cola cola. En la zona de fumadores fumó y fumó sin parar durante 40 minutos. Eran las 17:45 horas, su vuelo salí a las 19:00 horas.

- Está todo bien, la maleta ya debe estar en el avión, no tienen como descubrirme, al fin y al cabo, los colombianos son los mejores en este tipo de trabajo. Voy a embarcar, todo va a salir de puta madre.

     Juan intentaba anular su nerviosismo haciéndose afirmaciones positivas tal y como los colombianos le habían indicado, la idea del trankimazin también era de ellos. No tenía ni idea de lo que era un proceso de impregnación a nivel molecular en el plástico pero se lo habían vendido como indetectable e infalible. Pagó la cuenta y se dirigió a la puerta de embarque. En la fila de la aduana el nerviosísmo tomó cuenta de él. A través de cristales de espejo a ambos lados del corredor, agentes federales escudriñaban todos y cada uno de los pasajeros, sin ser vistos, buscando algún indicio de nerviosísmo u otras señales indicadoras de actividades ilícitas. Eran agentes entrenados para eso, existían varios tipos de perfiles susceptibles de ser revistados y Juan se encajaba perfectamente en el perfil de "mula".

- Ummh! falta poco, 3 personas más y estaré dentro del avión rumbo a casa, está claro que no me han descubierto o ya estarían aquí. Sólo un poquito más y me reiré de este miedo absurdo que me invade...

     Cuando llegó su vez, encaró con cierto valor al funcionario de aduanas y esbozó una sonrisa que puso al  desubierto sus dientes amarillentos y mal cuidados. El funcionario, sentado ante el computador le dedicó una mirada gélida y le pidió el pasaporte al tiempo que decía;

- Alguma coisa a declarar senhor Ruan?
-Juan, Juan Rodriguez Martínez - se apresuró a corregir.
Otra mirada helada acompañada de una sonrisa forzada hizo que Juan desistiese de la corrección.

     Juan creyó percibir una cierta ironía en la actitud del agente de aduanas. Pero en su fuero interno sentía que todo estaba bien y que era imposible que sospechase nada. Consideró que estaba siendo paranoico de más.
    - No Señor, nada a declarar.

     El funcionario carimbó el visto de salida en el pasaporte y se lo entregó amablemente.

- Pode continuar, boa viagem.

     No podía creerlo, estaba libre, la aduana quedaba para atrás, lo peor, pensaba él, ya había pasado, ahora sólo restaba embarcar y dormir durante 12 horas de placentero vuelo, ya habría tiempo antes de llegar a Barajas de preocuparse con la segunda parte del plan. Entró en la fila para embarque, visiblemente aliviado y tranquilo. Había dejado de sudar.

     Así, llegó a la azafata de la puerta que selló su tarjeta de embarque y le deseó un buen viaje. Caminó exultante por el pasillo retráctil que llevaba al boeing 707 de Iberia, convencido de haber salido con buen pié del aeropuerto de Rio de Janeiro.

-Dios! lo he conseguido, cuando llegue a Barcelona voy a celebrarlo por todo lo alto, qué verano voy a pasar, sé de muchos que se morirán de envidia, tenía que haber hecho esto mucho antes, es tan fácil... Joder que suerte!

     Entró en la aeronave y enseguida, dos sonrientes azafatas de  blanquísimos dientes,  le dieron la bienvenida indicándole como acceder al asiento 32 b. Juan avanzó con aire de victoria por el pasillo, dedicando sonrisas y miradas enaltecidas a los pasajeros que serían sus compañeros de travesía. Colocó su neceser en el maletero superior y se sentó plácidamente en la butaca, exploró su cinto de seguridad al tiempo que daba una ojeada distraída en el manual de instrucciones para casos de emergencia que estaba en el forro trasero del asiento de frente. A su lado, en la ventanilla, una señora de unos 55 años le dedicó una fugaz e inexpresiva sonrisa.

     Estaba viendo el manual de instrucciones para casos de amerizaje de emergencia cuando una voz resonó en los altavoces justo encima de su cabeza.
- Pasajero Juan Rodriguez Martinez, tenga la  amabilidad de dirigirse a la puerta de embarque para verificación de rutina.

     Sintió la sangre congelándose en las venas. En instantes, oleadas de adrenalina lo invadieron, casi sofocándolo, una sensación angustiante de derrota se apoderó de él, al tiempo que un sudor frío se extendía por su columna vertebral. Al frente, por el pasillo central del avión, dos agentes federales de paisano, con la placa colgando del cuello, avanzaban en su dirección. Fue ahí que comenzó a sentir que algo había salido mal, su ritmo cardíaco aumentó. Trató de mantener la compostura levantándose para recoger su neceser del maletero con finjida frialdad. Los agentes buscaban el asiento 32 b. Una vez localizado, le invitaron amablemente a acompañarles;

- Senhor Ruan? Pode acompanharnos por gentileza, temos uma dúvida com a sua mala? - Al tiempo que esbozaban una sonrisa bien profesional.

-Claro, claro naum tem problema. - Exclamó, visiblemente compungido en pésimo portugués.

     Abandonaron el avión bajo la curiosa mirada de todos los pasajeros, que ya no serían sus compañeros de travesía. Un torbellino de emociones descontroladas aumentaba su presión arterial. La segregación descontrolada de adrenalina denotaba que  su cerebro había entrado en modo de defensa. Sabía que aquello no iba a terminar bien y sus instintos primarios se preparaban para lo peor.

- No pasa nada, seguro que es una simple rutina, es un trabajo perfecto, no pueden detectar la droga, es imposible. Debe ser algún problema con el pasaporte - Pensaba, intentando tranquilizarse,  para controlar el pavor creciente. 

     Pensamientos desordenados y confusos turbaban su mente invadida por la adrenalina y abotargada al mismo tiempo, por los efectos antagónicos del tranquilizante .

     Salieron del área de pasajeros, encaminándose a la zona de carga, donde empleados del aeropuerto se movían incesantemente en un bullicio descontrolado de vehículos cargando maletas y  otros objetos facturados. Los agentes federales permanecían inquietantemente silenciosos. Llegaron a un container, que hacía las veces de despacho-taller, había una fila de maletas pasando por un scanner de rayos X operado por una mujer de unos 30 años que observó con indiferencia al compungido Juan. Era un scanner de última generación capaz de detectar cualquier substancia orgánica. Había sido donado por los americanos unos meses atrás como parte de su estrategia anti terror después del 11 de septiembre. Desde otro lado, venían dos agentes con un pasajero más para verificación. Los agentes hablaron con él en inglés y uno de los policías abrió la maleta y mostró 3 paquetes de 1 kilo de café. Abrieron uno de los paquetes, constatando que, efectivamente era café. Se disculparon con el pasajero y lo llevaron de vuelta al avión.

     Fue en ese momento cuando Juan comprendió que, de alguna manera, el trabajo de los colombianos debía de haber sido descubierto. Sentía la boca seca y la lengua pesada como si fuese un ladrillo.

- Senhor Ruan, por aqui por gentileza. Veja só, essa mala aí é sua?- Inquirieron señalando la maleta beige que estaba al lado del scanner con la etiqueta de embarque mostrando, sin ningún género de duda, las letras de su nombre.

-Sí, que tiene la maleta? -Preguntó virando las palmas de sus manos hacia arriba en un estudiado gesto de sorpresa.

- Bom, parece que o peso dela não bate com o modelo que é nem com a carga que leva, que por sinal é muito pouca cousa pra uma pessoa que viaja a outro continente. Por isso a gente chamou você, pra conferir se a mala tem alguma coisa errada ou ver se o senhor tem algo a dizer.

     Pasaron unos segundos eternos y Juan respondió, con los ojos vidriosos clavados en la maleta:

- No tengo nada que decir pueden abrir la maleta si quieren y por favor no me hagan perder el vuelo. - Su voz sonó sin convicción, insegura y nerviosa.

-Ta bom! vamos abrir então. E não se preocupe com o vôo, se tudo estiver correto você vai embarcar de novo.

     El agente colocó la maleta en una mesa en la frente de Juan y le pidió que la abriese. Èste comenzó a sacar las ropas de la maleta y a depositarlas al lado. Cinco camisetas usadas, 2 bermudas, 2 pantalones, una bolsa plástica de los supermercados Guanabara llena de ropa interior, 2 sudaderas, un libro de Thomas harris, "Hannibal" y una cazadora barata de napa negra.

- Eso es todo, no tengo nada prohibido.

     El policía cogió la maleta vacía, la sopesó, la olió, la miró de arriba a abajo desde todos los angulos, se la pasó a su compañero esbozando una sonrisa y dijo con ironía;

- Ruan, esta mala pesa muito mais do que devería pesar uma mala vacía, não acha? Se não se importa vou fazer uns furos nela e ver no que dá, tá bom?

-Tá bom. - Respondió Juan acongojado y temeroso.

     Con una navaja suiza Victorinox el agente practicó un agujero inciso punzante en el borde interior de la maleta de unos 3 cms y retiró la hoja impregnada con algún tipo de sustancia pastosa del mismo color beige que la maleta. A continuación dispensó un chorro de spray verificador de substancias alcaloides en la punta de la navaja y de inmediato ésta se puso azul, lo que significaba positivo en cocaína. El agente mostró la navaja a su compañero, ambos sonrieron y el otro, sacó unas esposas del bolsillo de atrás y exclamó con aire triunfante;

- Senhor Ruan, o senhor está preso em flagrante por Tráfico internacional de drogas, tudo o que dizer a partir de agora poderá ser utilizado na sua contra no juizo. Entendeu o que falei?

     Juan asintió desolado. En ese momento, mientras lo esposaban, percibió que todos sus sueños se habían difuminado y que lo que prometía ser un dinero fácil era el inicio de una pesadilla que comenzaba a fraguarse en Agua Santa.
23 de julio. Viernes. Presidio Ary Franco. Agua Santa.


     A 25´5 kms del aeropuerto, un presidio de fama inefable recibe un grupo de nuevos internos. Como todos los viernes, son presos provenientes de las casas de custodia y comisarías de todo el estado de Rio de Janeiro.  En el amplio y obscuro vestíbulo sin ventanas ni luz natural alguna se amontonan más de 100 presos, todos visten bermudas, camiseta blanca y chinelos. Cargan en sus espaldas una sabana en forma de hatillo con sus precarias pertenencias. La mayoría son seres escúalidos, piel y huesos, pálidos y ojerosos, algunos pura fibra, sin un gramo de gordura en sus cuerpos curtidos por extremas condiciones de vida e insalubridad.  Permanecen sentados en el suelo, cabizbajos, bajo la atenta mirada de varios funcionarios vestidos con uniforme azul. Uno por uno van pasando por una especie de pasillo polonés donde son revistados e interrogados con dureza extrema.

- Aí vagabundo, você vem da onde?

- Do presidio Lemos Brito senhor.

- Qual é a sua facção vagabundo?

- PCJ  senhor.

- Estica as suas pertences aí no chão. Bora, bora vagabundo, que não tenho todo o dia!

     Y así todos, van pasando por lo que se llama "geral", sus pertenencias son registradas, en teoría, con  el fin de evitar que entre algún objeto prohibido en el presidio. Nadie lleva nada de valor, son sólo algunas bermudas, camisetas y sábanas viejas, los más afortunados cargan un pedazo de gomaespuma fermentado con el sudor de otros que hace las veces de colchón, normalmente de 2 cm de espesor como máximo. Curiosamente, existe un objeto que casi todos portan; una biblia. Cualquier otra cosa, simplemente no entra.

     Uno a uno todos se van identificando con alguna de las cuatro facciones existentes en el presidio, que son C.V. (Comando Vermelho), T.C.P. (Tercer Comando Puro), A.D.A. (Amigos Dos Amigos) y P.C.J. (Primer Comando Joven). Existe también la posibilidad de declararse neutro pero esa es una decisión muy delicada ya que en ese caso van a parar a una de las cuatro facciones y a partir de ese momento pasan a ser enemigos de las otras organizaciones criminales.

     Una vez revisados, son orientados hacia una macro-celda llamada "Maracaná", situada a la derecha de la entrada principal. Un espacio de unos 100 metro cuadrados de hormigón, sin ventanas, con un agujero descubierto en el centro, que hace las veces de letrina para todos. Desde allí serán después llevados a las respectivas galerías en grupos divididos por facciones.

- Próximo!

     Fue entonces que Robson Gomes, alias "o capeta" se levantó.

-Você, vem da onde bandido?

- Penitenciaría Alfredo Tranjan -Respondió, con voz ronca y gutural.

- Qual é a sua facção?

- Acho que o P.C.J.

- Acha? você pensa que isto aqui é brincadeira vagabundo?

      "O Capeta" le dedicó una mirada gélida y vacía antes de responder;

- Sei lá, a gente vé logo.

-Tá bom, anda logo, abre essa porra aí e estica as tuas coisas onde possa ve-las - Increpó el agente con un gesto de desdén.

     Una vez, revisadas las pertenencias el funcionario lo encaminó al "Maracaná". Poco a poco los nuevos ingresos iban entrando en la celda y se agrupaban por facciones, los del Comando vermelho a la izquierda, el Tercer Comando a  la derecha, los Amigos dos Amigos al fondo, los P.C.J. en el centro. Se podía sentir la tensión en aquella celda, donde enemigos mortales compartían  espacio, era palpable el odio dibujado en los rostros cansados de aquellos delincuentes feroces. Algunos se conocían de guerras anteriores. "Capeta" era uno de los más  odiados, había participado activamente en la masacre de Benfica y ahora era un disidente del C.V., odiado por sus antiguos compañeros de facción y aún más por el T.C.P. Se mantenía arrogante y desafiador, encarando desde el centro de la celda a su adversarios, con una sonrisa siniestra despuntando en sus labios. Grotescas cicatrices recorrían casi  todas las facciones de su cara. El cráneo deformado estaba lleno de vestigios de heridas con arma blanca, donde nunca más nacería pelo.  Sus ojos eran negros como la noche más obscura, carecían de humanidad, era más una bestia que un ser humano. Existe un adjetivo en portugués que define a individuos de esa especie; "baba-sangre".

     Dentro del presidio, la administración penitenciaria, con el beneplácito del estado, permitía que se reprodujese el organigrama que impera en las calles, donde las diferentes bandas de delincuentes se estructuran por facciones disputándose el tráfico de drogas y los territorios impiedosamente. En la cárcel reproducen exactamente lo que hacen en dichos territorios. Traficar y matarse entre ellos. Así pues, al igual que sucede afuera en la ciudad, Ary Franco es un presidio dividido donde la vida no vale nada. Una construcción de 1974, que se encuentra en pésimo estado de conservación. Son cinco pisos, tres subterráneos, un primero y un segundo. Hay cinco galerías que se estratifican de la siguiente manera.

Galería A. Ubicada en el segundo subterráneo, abriga a presos neutros y extranjeros provenientes de diligencias con la Policía Federal desde la celda A1 hasta la A6. La A7 es una celda que alberga a aquellos que no pueden estar en ninguna otra galería porque han traicionado a su facción original y posteriormente al P.C.J. por lo que están jurados de muerte y no existe espacio alguno para ellos. A partir de la A7 comienza el territorio del T.C.P. que se extiende hasta la A16. De la A16 a la A20 están algunos de los integrantes del P.C.J. Las otras facciones los llaman "seguro" o "seguro del seguro". Son extremamente sanguinarios.
Galería B. Ubicada en el bajo, al nivel de la calle. Abriga a los integrantes del C.V. (Comando Vermelho). La facción mayoritaria, tanto en los presidios como en las favelas de Rio de Janeiro.

Galería C. En el último subsuelo, es donde están los integrantes de la A.D.A. (antiguos miembros disidentes del C.V. y T.C.P.)

Galería D. Ubicada en el primer piso. También conocida como "O Galinheiro", una inefable jaula gigantesca compuesta por 8 celdas donde están el resto del P.C.J. y todos aquellos que huyen de sus respectivas facciones por estar jurados de muerte.

Galería E. Situada en el segundo andar, encima del bajo, abriga a los trabajadores de la prisión, ex-policías, miembros de grupos de exterminio y ex-militares.

     (Hoy en día la organización de las galerías es diferente. En la época era exactamente así.)

     Así pues lo que debería ser una simple cárcel de pasaje para presos preventivos que esperan ser condenados y seguidamente transferidos a presidios mayores no pasa de ser una bomba de relojería lista para explotar en cualquier momento.
     Los del P.C.J. aumentan sin cesar puesto que son los parias y desterrados de las otras facciones. Viven reinvindicando una prisión para ellos sólos. Al contrario que los otros tres grupos, no tienen presidios fuera de Agua Santa (apenas celdas aisladas en diferentes penales, que son denominadas "Seguro"),  ni territorio en las calles, encontrándose cercados de enemigos, no obstante ellos también son el enemigo. Todo el mundo en Ary Franco es enemigo mortal de los demás. Un pavoroso infierno grotesco y medieval.
     Toda esta situación se ve agravada aún por otro problema, la superlotación. La capacidad real de Ary Franco es de 958 presos y en este momento a 25 de julio de 2004 hay 1242. La mayoría de las celdas tiene capacidad para 16 presos en apenas 35 metros cuadrados. Existen también algunas, donde la capacidad aumenta hasta 27 presos.  Esto significa que hay 16 o 27 presos durmiendo en camastros de hormigón armado y el excedente, cinco o seis, depende de la galería, duerme apiñado en el suelo, rodeado de cucarachas, ratas y escalopendras en un infierno de calor y humedad axfisiante sin apenas ventilación. Son lugares tenebrosos con un fuerte hedor a orina, moho y sudor.
     Desde el punto de vista de las instalaciones, esta unidad prisional atenta directamente contra todos los principios establecidos en la LEP (Ley de Ejecución Penal) en vigor en Brasil.

     Y es aquí, en este día de julio, que los destinos de varias personas van a confluír en una vorágine de violencia y terror indescríptible. En total 15 elementos inclasificables pertenecientes al "seguro" entraban aquel viernes en Ary Franco y eran encaminados directamente a la celda A17, donde ya se encontraban otros 4 presos pertenecientes a la misma facción.

Las imágenes que van a ver en el video a continuación pueden herir la sensibilidad de algunas personas, por lo que recomiendo prudencia en la hora de visionar el documento. Es un trabajo realizado por alumnos de sociología que refleja con contundencia la realidad de un sistema penitenciario que no funciona, que no rehabilita y que carece de cualquier tipo de seguridad que pueda garantizar la integridad de guardias y presos. Es apavorante!


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Una nueva realidad.

     En apenas media hora,  el júbilo  de Juan se había transformado en un profundo pesar. Una angustiante sensación de impotencia entremezclada con miedo a lo desconocido se iba apoderando de él. Lo condujeron esposado por la parte inferior interna del aeropuerto y el inmenso vestíbulo que llevaba a las dependencias de la Policía Federal. Al pasar, sintió las miradas curiosas de pasajeros clavadas en él y en las esposas que lo delataban como un marginal. Las venas de sus sienes latían descontroladas anunciando un proceso imparable de stress profundo.

- Dios mío, que voy a hacer ahora? Estoy acabado, preso en un país que no conozco, donde hablan un idioma que no es el mío y en donde no tengo a nadie que pueda ayudarme o asistirme. Esto es una pesadilla, debo estar soñando, quiero despertar, maldita sea mi suerte, Joder qué mierda, qué cagada!

     Entraron en una especie de oficina donde había  2 ordenadores, 2 mesas de escritorio y una balanza usada para pesar drogas aprehendidas, así como varias maletas y algunas sillas de hierro fundido con asiento y respaldo de skay. Trabajando en uno de ordenadores estaba un agente federal de tez mulata,  que era el inspector jefe responsable por aquella comisaría. Sus ojos oscuros lo escrutaron con indiferencia al tiempo que exclamaba;

- Outro gringo que achaba que podería pasar pela alfándega com droga assim sem mais?Ora, ora!

- È, delegado, mais um - respondió el agente que lo escoltaba.
- Esvazía os bolsos, tira a roupa e me da a sua carteira e objetos pessoais. Dijo el delegado, con tono ríspido, dirigiéndose a él.

     Juan vació sus bolsillos, entregando unas monedas, un mechero bic azul y un paquete arrugado de marlboro con 2 cigarrillos. Seguidamente le pasó la cartera y el neceser con el resto de sus cosas y comenzó a quitarse la ropa mientras el agente inspeccionaba la cartera.

- Este dinheiro aqui, você perdeu, é parte do inquérito e vai ser retido - Exclamó guardando los 72 euros en un sobre con el logotipo de la policía Federal.

- Os reais pode ficar com eles, vai precisar se quiser comer alguma coisa antes de entrar no Sistema.

- Os cigarros também pode ficar com eles, a sua identidade e pasaporte ficam com a gente e os outros documentos que tem junto com a carteira também ficam aqui para acompanhar o inquérito.

     Juan, totalmente desnudo y en pie, cubría sus genitales con las manos en forma de concha, en un gesto ésteril  de pudor y verguenza. El inspector hablaba con indiferencia absoluta al tiempo que introducía los documentos y notas en otro sobre de la corporación.

- Bom, pode-se vestir senhor Ruan. Recolha as suas coisas e sente-se aí enquanto o oficial Oliveira termina a sua nota de culpa e tira as suas digitais. O senhor tem noção da magnitude da encrenca em que se meteu?

- Naum señor - respondió mientras se ponía los pantalones.

- O senhor vai pasar os proximos oito ou dez anos na cadeia e aqui não é a Espanha. Aqui a toda hora tem rebelião e mortes, vai ser muito dificil pra o senhor pasar pelo sistema intato. Mas, se o senhor nos der alguma informação interesante que possa levar a prisão dos seus patrões na Espanha ou aqui, pode ser que a sua sentença seja mais leve.

- Naum señor, no tengo información que pueda ayudar sólo sé que la droga vino de la frontera  con Colombia y que me fue entregada en San Paulo por dos negritos que no había visto en mi vida. Ni siquiera sé como se llaman los colombianos que están en España esperándome...

     El inspector lo observó con un gesto de aburrimiento y dijo;

-Tá joia, o senhor que sabe. Assina aquí a sua nota de culpa - exclamó al tiempo que le pasaba un documento en portugués con el logotipo de la Policia Federal, donde estaba escrito que había sido preso en flagrante por tráfico de drogas e incluído en el artículo 12 y 18 de la ley de entorpecentes en vigor en el Estado de la Unión.

     Juan firmó y el policía le dió una copia.

- Esta copia é pra o senhor, pode ficar com ela. È importante aí tem o número do seu inquérito pra mostrar ao seu advogado quando precisar. Entendeu tudo o que a gente aqui falou?

- Si señor. Puedo preguntar una cosa?

- Fala!

- Puede devolverme las ropas que estaban en la maleta?

- Não, as roupas são parte do inquérito também. Tudo o que tinha dentro da mala vai ser periciado. Depois da pericia o  seu advogado pode reclamar.

     Minutos después lo fotografiaron de frente y de perfíl, tomaron huellas digitales de los diez dedos de sus manos  y le hicieron algunas preguntas de rutina para rellenar una ficha con su filiación.
- Thiago, leva ele pra cela - Comentó el inspector dirigiéndose a otro de los agentes al tiempo que retornaba a sus quehaceres informáticos.

     Juan fue conducido por un pasillo solitario hasta una celda oscura de unos 20 metros cuadrados. En el suelo, al fondo había una colchoneta en bastante buen estado. Al otro lado del cubículo una mampara de ladrillo separaba una letrina del resto de la celda. No había mantas ni luz, ni nada excepto el colchón y algunas pintadas en la pared, como mudos vestigios de antiguos detenidos. Los barrotes estaban pintados de amarillo descascado por el uso. A los pocos, un cansancio descomunal se apoderó de él. Su garganta estaba seca y una sensación acuciante de hambre y sed lo invadió totalmente.

- Será que no me van a dar nada para comer? Son las 20:15 de la noche, qué putada que se hayan quedado con mi dinero, que voy a hacer con 18 reales. Que situación Dios mío, estoy jodido pero que muy jodido...

20:40 horas.

     El tiempo pasaba y nadie venía a traerle comida. La mortecina luz del pasillo violaba levemente la penumbra que reinaba en la celda  y el silencio amplificaba los gruñidos de su estómago hambriento. Encendió un cigarro y dió una aspirada. Sintió el humo caliente atravesando su garganta. Por primera vez en años, el sabor del cigarro le produjo náuseas. Necesitaba comer y beber alguna cosa. Minutos más tarde apareció el policía que lo había acompañado hasta la celda y le preguntó;

-Está com fome?

-Si señor, mucha hambre y sed - Respondió inmediatamente, levantándose del colchón y apoyandose en las rejas.

-Aqui não temos comida para detentos mas se você quiser posso comprar alguma coisa pra você na cafetería. Até amanhá vai ficar aqui. Tem dinheiro aí?

-Teño si señor.

     Juan sacó de su bolsillo los 18 reales que le restaban y se los entregó al agente. Éste, le  devolvió 8 y dijo:

-Com 10 é suficiente, vou comprar un sandwich e um refrigerante pra você, tá bom?

-Sí señor está perfecto. Me puede dar agua antes de ir a comprar por favor? Exclamó Juan.

-Claro, agora trago pra tú.

     En unos minutos el policía regresó con una botella de agua del grifo y se la pasó.

-È da torneira mas serve pra tirar a sede - Exclamó antes de retirarse.

     Juan bebió ávidamente mientras el agente iba a comprar su frugal cena. Sintió el agua cálida descender por su garganta y le pareció nectar de los dioses. En segundos engulló casi un litro de agua y comenzó a sentirse mejor. Encendió otro cigarrillo y se sentó a esperar la comida. Poco después llegó su cena, un bocadillo de salami y una lata de coca cola. Ahora podría calmar su hambre e intentar dormir. El día siguiente prometía nuevas y desconocidas dificultades. Durante la noche soño con cuervos que devoraban sus ojos y se despertó aterrorizado, comprobó que sus ojos todavía estaban en las cuencas y volvió a dormirse. Por la mañana, cuando despertase no recordaría el sueño.  

24 de julio. Sábado. Presidio Ary Franco. Agua Santa.



08:30 horas.

     La puerta de Maracaná se abrió, con un estruendo metálico. Un grupo de 6 funcionarios irrumpió en la celda, portaban porras de caucho. El Jefe de seguridad, un negro corpulento de unos 110 kilos, de mirada implacable exclamó con voz poderosa que retumbó en las paredes de hormigón; 

-Aí vagabundos, chegou a hora, vou ler uma lista com os nomes de aqueles que vão pra cada galería. A medida que eu vaia lendo, se levantam rapidinho e caminham de cabeça abaixada pra aquela parede alí ao lado da grade. Quando estiver todos prontos na parede, os meus funcionarios vão levar vocês pra a galería onde vão ficar. Pra quem não sabe, isto aqui é cadeia e quem vacilar vai ser esculachado, quem desrespeitar os funcionarios vai tomar porrada na cara, quem falar sem eu perguntar vai apanhar, quem arrumar confusão vai se dar mal pra caralho nesta cadeia. Vocês vão ter uma hora de banho de sol por semana e tres refeições por dia. Isso é tudo ao que vocês tem direito. Quem tiver carteira de visita em regra pode ter visita nos dias que correspondam a sua galeria, os demais só vão sair da cela pra o banho  de sol, pra o hospital, pra o caixão ou de alvarão de soltura. Está todo mundo entendendo? Bom, vejo que si, então aqui o Senhor Souza vai ler os primeiros nomes. Agora é com vocês bandidos.

     El funcionario Souza,  comenzó a leer nombres de la lista.
- Robson Gomes de Medeiros!
- Márcio Cea de Paiva!
- Cesar Gustavo Alonso de Jesus!

- Flávio César Rodrigues Cassemiro!
- Carlos Alberto Batista Lobo!
- Anderson de Sousa Oliveira!
- Deíves Ribas Montenegri!
- Luciano José de Freitas!
- Fabio dos Santos Lima Azevedo!
- Luiz carlos de Vargas Freitas!
- Darley da Silva Pessanha!
- Gustavo de Souza!
- Edson de Oliveira Machado!
- Leonardo de Jesus!
- Marcelo Rodrigues Dias!

- Todos vocês vão pra a galería A. Lá tem uma cela pra vocês ao lado dos seus parceiros do P.C.J. Embora! Todos com suas coisas prontas naquele canto. Dois funcionarios vão acompanha-los até lá. Podem ir.

     Los quince presos nombrados salieron de Maracaná, mientras se repetía el ritual para los restantes. En el grupo del P.C.J.  estaba "o Capeta". Caminaban en fila escoltados por dos funcionarios corpulentos y sucios en cuyos uniforme negros raídos se destacaba en la espalda la palabra DESIPE en letras amarillas. Caminaron hacia el corazón del recinto atravesando una puerta de hierro abollada. Seguidamente traspasaron otra puerta de rejas y llegaron a lo que era conocido como inspectoría.

     Allí un preso de nacionalidad francesa que trabajaba como cachorro de los funcionarios se encontraba atrás de una especie de mostrador donde las tareas administrativas básicas de la prisión se realizaban. Los trabajadores eran denominados "faxinas" y no gozaban de la simpatía de los demás presos. El francés en particular era odiado por todos, debido su estrecha relación  de confianza con los agentes penitenciarios. Era aquel tipo de persona con aires de grandeza injustificados, capaz de vender a su propia madre. Creía estar en una posición de superioridad con respecto a los demás internos, sólo por estar del lado de los más fuertes. Un ser inefable condenado por delitos sexuales y pendiente de un proceso de extradición que se ralentizaba durante años.

     En aquella sala ignominiosa, además del mostrador había, al fondo, un acceso a la galería del C.V. y a la derecha unas dependencias utilizadas como locutorios para abogados. Frente a los locutorios un cuarto inmundo, utilizado normalmemte para acoger heridos o enfermos que  esperan para ser llevados al hospital o transferidos para otro presidio. Y también por aquellos  que eran jurados de muerte en sus respectivas galerias. Más a la izquierda una pasaje para el piso superior  en el que los "faxinas" vivían y donde se encontraba la administración central del edificio (Despachos, escritorios, sala de funcionarios, etc.). Al lado derecho del mostrador una puerta de rejas ennegrecidas daba acceso a los  pisos inferiores.

     En las paredes de la inspectoría, cuadros expuestos  con fotos de aprensiones de armas y drogas rezaban; 2a Turma inspectora, abril 2003. Mostrando cuchillos artesanales, teléfonos móviles, revólveres y pequeñas cantidades de lo que parecía ser droga. Eran tres cuadros  en total, con fechas y turmas diferentes, mudos testigos de una violencia asustadora.

     Desde la inspectoría los nuevos presos destinados a las celdas del P.C.J. fueron encaminados a la galería A en el primer subsuelo. Todos fueron alojados en la celda A17 que ya albergaba otros  cuatro presos. Todas las celdas del presidio tenían un pasador de hierro que hacía las veces de cerrojo y abría hacia la izquierda a través de unos goznes cilíndricos. Un simple candado evitaba que el pasador  fuese abierto. En aquella celda, 19 miembros del "seguro" comenzaban su singladura inefable.

     El primero a hablar  cuando se instalaron fue "Capeta".

-Aí bandidos, a gente ta aqui rodeada de vermes, temos que ficar unidos e procurar estiletes e  armas, eu tenho dúzias de enemigos nesta cadeia. Isto aqui é o caldeirão do inferno. Vocês, tem alguma faca aí? - Preguntó a los cinco integrantes de la celda.

- Temos sim, duas feitas com o ferro  das camas. Mas aqui ta tranquilo, os amigos ao lado fecham com a gente -  Respondió uno de ellos, de nombre Marcio.

- Quero ver se fecham quando o bicho pegar, aqui todo mundo é vacilão parcero e cada cela tem que ter seu sistema de defessa. A gente precisa de mais facas, esta galería ta cheia de TCPs e tem muito PCJ que também não gosta da gente, mané. Se liga, isto aqui é cadeia parcero! - Exclamó "O Capeta" con odio, dirigiéndose al compañero.

     A los pocos, aquel grupo comenzaba a organizarse como un ente individual en aquel infierno de facciones desencontradas. En minutos, el sistema de comunicación artesanal "teresinhas" (cuerdas hechas con tiras de sábanas que comunicaban las celdas)  comenzó a movimentarse. En los extremos, un calcetín hacía las veces de saco de correo transportando, cigarros, dinero, maconha, notas con saludos y peticiones o objetos diversos. La celda 17 iniciaba su carrera armamentística sin perder tiempo. Una hora después de haberse instalado ya disponían de una hoja de sierra prestada por colegas de la A19 para cortar metal. Con dicha sierra, los más experientes comenzaban a fabricar cuchillos artesanales. Otros fumaban "baseados de maconha" sin preocuparse de nada más. Estaban en su habitat natural e iban a hacer por merecer.

     El día transcurrió con aquel típico  ir y venir de noticias a través de las galerías. Mensajes llegaban a todas las galerías a través de los  faxinas de cantina que tenían acceso libre a todos los recantos del presidio. En unas horas todo el mundo en las cinco galerías sabía quienes habían llegado e la última "leva"(nombre que se dá a los traslados  de presos). Ajenos a aquel sistema de odio y rencor se encontraban las 2 primeras celdas de la galería A,  la A1 y la A2, que albergaban respectivamente 18 y 23 presos extranjeros pendientes de juicio o extradición, el 90% de aquellos extranjeros eran mulas. Las guerras de facciones cariocas no tenían nada que ver con ellos por lo que se mantenían en sus diminutos universos ajenos a toda aquella enemistad atávica. Aquellos "gringos" disponían de más poder adquisitivo que la mayoría de sus vecinos, ya que la mayoría recibía ayuda económica de sus respectivos consulados. Eso hacía que los "faxinas" de cantina andubiesen siempre trayendo y llevando cosas de aquellas 2 celdas.

     A las 19:30 horas los faxinas de cocina iniciaban el reparto de comida, "el panelón". Llegaban de celda en celda con cacerolas inmensas repartiendo frijoles, arroz y algún tipo de carne. Sin abrir las celdas, cada interno recibía su comida servida con cucharones de aluminio en improvisados recipientes de plástico. Los "gringos" que tenían dinero compraban otros tipos de comida por encargo  en la cantina a través de los faxinas. Entre los gringos, los que eran de origen africana normalmente no tenían dinero y comían simplemente lo que "los faxinas" de cocina repartían, los otros ni se molestaban en coger comida del "panelón".


     Robson "o Capeta" había pasado la mayor parte de su vida en presidios infames. Fue preso por primera vez a los 14 años por atacar con un cuchillo de cocina al profesor de primaria, en una escuela de São Gonzalo, por el mero hecho de suspenderlo. El profesor nunca se recuperó totalmente de las 2 puñaladas que Robson le infligió en el torso. Las heridas curaran pero no, su estado emocional. Jamás volvería a impartir clases.

     Como en dicha época era menor, fue condenado a reclusión por no más de 2 años en un reformatorio denominado Fundação Estadual para o Bem Estar do Menor (FEBEM), . Era una institución del gobierno estadual para menores infractores que no tenía  mucho éxito en la recuperación de menores, por falta de estructura, profesionales cualificados y problemas económicos.
Muchos de los jovenes internados en la institución, salían de allí peor de lo que habían entrado. Algunos sufrían violencia física y moral, volvían a las calles delinquiendo nuevamente.

     Allí forjó amistades peligrosas protagonizando violentos motines y agresiones a otros internos e incluso a los propios funcionarios de la entidad. Poco antes de cumplir 16 años se fugó dando inicio a una onda de crímenes violentos en las calles de Rio de Janeiro. Asaltaba, robaba y agredía sin atisbode piedad a cualquiera de sus víctimas. En esa época se inició en el consumo de drogas, primero inhalando disolventes. Seguidamente, cocaína y marihuana. Una noche, intentando escapar de la policía en un coche robado  se estrelló contra un árbol a más de 120 km. por hora. El impacto fue tan brutal que dos delincuentes que lo acompañaban murieron en el acto. Su rostro absorbió el golpe al salir despedido por el parabrisas, el craneo sufrió fuertes traumatismos, inclusive pérdida de masa encefálica. Más de 70  puntos de sutura recompusieron su maltrecha faz. Robson fue detenido y condenado de nuevo a medidas socio-disciplinares. Faltaban 3 meses para alcanzar la mayoría de edad por lo que no podía ser punido como adulto a pesar de la gravedad de sus crímenes. Retornó a la FEBEN y allí permaneció hasta alcanzar la mayoría de edad.
 
     A los 18 años con el rostro lleno de cicatrices, el craneo deformado, lleno de odio y resentimiento, Robson recuperó la libertad. Había nacido un psicópata. Una tía lo acogió en casa ya que su madre había fallecido por sobredosis de cocaína 3 años atrás. Nunca conoció a su padre.
 
     Apenas 1 mes después, asaltó una gasolinera y mató a los dos empleados con una escopeta de calibre 12 y munición blindada. En la fuga, él y otros dos comparsas mantuvieron un tiroteo con la Policía Militar. Después de varios kilómetros de persecución fueron capturados. Uno de los delincuentes murió al recibir un disparo de fusil en la espalda durante la fuga. Robson y el otro sobrevivieron. Meses después recibieron una sentencia de 30 años cada uno. Era el 4 de marzo de 2001. Robson ganaría su  apodo "O  Capeta" después de aquello y durante los años que se siguieron haría honor a su alias. "Capeta" significa "demonio" en portugués. En mayo de ese mismo año participó activamente en la matanza de Benfica. Desde entonces siempre estuvo preso.
24 de julio. Aeropuerto Galeão. Rio de Janeiro.


  08:30 horas.
     Juan había dormido más o menos bien, teniendo  en cuenta la situación en que se encontraba. El colchón donde pasara la noche le había proporcionado un buen descanso. Se incorporó y encendió un cigarrillo. Hacía muchos años que tenía aquella costumbre insana y no iba a abndonarla en un momento de stress como aquel, fumar siempre le ayudaba a relajarse. No imaginaba lo que estaba por venir. Antes de terminar el cigarro, un policía abrió la puerta de la celda.

- Senhor Ruan, pode sair, vamos transferir você ao Hospital Penitenciario. Lá vai ser examinado e levado para Agua Santa, tá bom? - Preguntó educadamente.

-Tá, tá bom sí señor - respondió titubeante.

     Al fin y al cabo que otra cosa podía hacer, ya no era dueño de su destino,  ahora pertenecía al estado de Rio de Janeiro. De nada serviría resistir. Además la Policía Federal no lo tratara mal. Tal vez las cosas no fuesen tan terribles después de todo. Recogió su neceser y salió.

     Lo introdujeron en el maletero de un Ford Explorer, esposado  y lo llevaron al Hospital Penitenciario (Hospital de Custódia e Tratamento Psiquiátrico Heitor Carrilho), localizado en la calle Frei Caneca, centro de Rio. Cuando entraron en el complejo, Juan reparó que las paredes eran blancas y azules, la construcción era antigua y mal cuidada, a simple vista no parecía un lugar terrible. Los federales lo llevaron hasta un hall donde le quitaron las esposas y lo entregaron a un funcionario sudoroso y sucio que recibía a los nuevos.

-Abaixa a cabeça vagabundo, onde você pensa que está? - Increpó el agente penitenciario, dedicándole una mirada asesina.

     Juan bajó su cabeza submiso mientras los policías federales entregaban la ficha con sus huellas, filiación y fotos al funcionario. Éste firmó los documentos y les entregó un comprobante de la entrega. Los policías se despidieron, saliendo por donde habían entrado minutos antes. A partir de ese momento, Juan entraba en el sistema penitenciario de Rio de Janeiro.

-Você precisa de médico vagabundo? - Preguntó el funcionario, con la actitud típica de un macho dominante en medio de una manada de hienas.

- No señor, estoy bien - respondió tembloroso.

- Todo o mundo tem que pasar pelo médico antes de ser trasferido gringo. Você é da onde vagabundo? -  Preguntaba al tiempo  que se delitaba con la situación.

- Soy español, señor.

- Espanhol, né? Na prisão tem muito gringo também. Com certeza tem coterráneos seus lá. Vai fazer novas amizades na cadeia - comentó jocosamente al tiempo que lo conducía hacia las entrañas del edificio.

Senta aí em quanto o médico não chama - Dijo indicándole un banco de madera con un gesto hostíl.

     Era un pasillo extenso, de paredes pintadas de blanco y  con puertas azules a ambos lados. Varios bancos dispuestos a lo largo albergaban a enfermos que esperaban para entrar en consultas, vestían ropas de hospital, estaban pálidos, sucios y delgados, sin duda, vivían alli. En sus facciones cansadas se destacaba un rictus de resignación y sufrimiento. Un silencio sepulcral invadía el ambiente apenas roto por toses desgarradas de tuberculosos y quejidos lejanos que provenían del interior del siniestro edificio .
 
- Cielo santo, donde estoy? Este hospital es horrible y todas estas personas parece que están más muertas que vivas. Será que van a dejarme aquí con todos estos enfermos para que me pudra? No piensan llevarme a un juez? No voy a ver un abogado? No podré hacer una llamada telefónica?
 
     Pensamientos confusos aumentaban la sensación de impotencia y desespero que lo atenazaban, todo era desconocido y preocupante para él. Otro país, otra  cultura, otra lengua, otras costumbres, otras leyes. Estaba sólo en un lugar implacable y no tenía a nadie a su lado para consolarlo. Nadie iba a ayudarle.  Las cosas aún iban a empeorar mucho más.
     Cuando llegó su turno entró en la consulta donde un médico barbudo y desarreglado lo observó con gesto cansado y somnoliento mientras decía;
 
- Nome?
 
- Juan.
 
- Nacionalidade?
 
- Español.
 
- Idade?
 
- 45años.
 
     El médico preguntaba con voz neutra e inexpresiva sin ningún tipo de empatía o preocupación. La verdad es que su estado de salud le era totalmente indiferente. Mientras tanto rellenaba una ficha con aquellos datos.
 
- Estado Civil?
 
- Soltero.
 
- Tem alguma doença?
 
- Perdón, no entendí - respondió Juan confuso por el término empleado.
 
- Tem diabetes, hepatitis, tuberculose ou algo assim?
 
- Ah no, no señor.
 
- Vai ter, mais cedo ou mais tarde vai ter, pode acreditar - Dijo sin mirarlo.
 
- Bom, se não tem nenhuma dor nem doença grave vou liberar o senhor. Pode ir! - Exclamó, indicándole la puerta con un gesto despectivo de la mano derecha como quien espanta una mosca.
 
     Juan salió al pasillo, donde el funcionario con aspecto de primate lo esperaba.
 
- Vamos lá espanhol, vou levar você pra uma cela en quanto não chega o seu transporte, hoje vai dormir no presidio Ary Franco, vai gostar - susurró con maldad, esbozando una sonrisa - todos gostam.

     El funcionario lo llevó a una estancia inmunda que era usada como celda de pasaje. Hacía mucho calor,  un hedor nauseabundo le golpeó con fuerza al traspasar la puerta de metal que daba acceso a la mazmorra. Sudor, humo de cigarros y orina fermentada hacían de aquel lugar una experiencia sensorial desagradable en exceso. Cuando la puerta se cerró tras él con un estruendo metálico, Juan pudo discernir en aquella penumbra grotesca a otros presos amontonados en un banco de piedra. Era un cubículo de unos 20 metros cuadrados totalmente insalubre, sin ventilación.

     Nueve presos se hacinaban en el banco mientras otros 2 paseaban de un lado a otro, con aquella cadencia típica de presidiarios que van y vuelven de pared a pared durante horas mientras conversan conjurando el tiempo que rige sus existencias. Eran todos brasileños, delgados, fibrosos, algunos mostraban tatuajes artesanales de baja calidad, otros, cicatrices de balazos y cortes. Todos estaban de alguna manera marcados, con apenas 20 o 25 años a lo sumo, sus cuerpos contaban historias de violencia y sinrazón.

     Juan sintió miedo, aquellos delincuentes eran de otra especie, no tenían nada que ver con él. Encontrarse en medio de "bandidos brasileiros" era una situación para la cual no estaba preparado, su tez pálida y blancuzca se destacaba entre los cuerpos tostados por el sol. Era un pez fuera del agua, un pinguíno en el desierto.

     Entonces, uno de ellos dijo;

- Aí gringo! tem cigarros?

- Tengo sí, quieres? - contestó, al tiempo que sacaba el paquete de Marlboro del bolsillo y avanzaba ofreciendo gentilmente el paquete de cigarros.

- Valeu gringo, obrigado, senta aí, você é da onde? - Preguntó uno de ellos, mientras se servía uno de los cigarros.

- Español - respondió lacónico.

- Ah Espanha! Isso fica onde?

- Europa, sur da Europa - Poco a poco Juan percibió que aquellos "bandidos" distaban mucho de ser agresivos.

- Ah é, o país das touradas e o Real Madrí, né? - Comentó uno de ellos esbozandouna sonrisa.

- Eso, o país dos toros - completó Juan al tiempo que encendía un cigarro y ofrecía a los demás.

     Al poco, el miedo fue dando paso a la tranquilidad. Los brasileños no tenían la más mínima intención de molestar, robar o abusar de Juan. Tenían otros problemasmás serios de los que preocuparse. Todos estaban allí por delitos relacionados con drogas y les aguardaba un ambiente penitenciario bien diferente del que aquella celda de pasaje les ofrecía. Amistosamente le explicaron al compungido Juan como serían las cosas en Agua Santa, la idiosincrasia de las facciones y previniéndole para declararse neutro. Hicieron especial hincapié en recomendarle que no mirase a los funcionarios directamente a los ojos en el momento del ingreso, especialmente a los funcionarios vestidos de negro del Servicio de Operaciones Especiales o SOE. Era en esos delicados momentos cuando mostraban más agresividad y crueldad. El tiempo fue pasando entre cigarro y cigarro hasta que de repente, cuando eran las 13:05 horas se abrió la puerta.

     Dos funcionarios se recortaron en el umbral de la puerta al tiempo que la luz artificial del pasillo invadía  la penumbra de la celda, proporcionándoles una apariencia fantasmagórica. Uno de ellos exclamó;

- Bora, vagabundos, a SOE chegou, tá na hora, sair com tudo!  

    Nadie le había explicado a nuestro protagonista lo crueles e impiedosos que eran los SOE,  enseguida iba a descubrir quienes eran los tan temidos agentes de negro.

     Salieron todos de cabeza gacha, llegaron al vestíbulo de entrada y allí estaban 4 agentes vestidos de negro, empuñando pistolas semiautomáticas, enseguida comenzaron a increpar a los recién llegados. Uno de ellos, el más alto, de tez cetrina comenzó a dar ordenes;

- Aí vagabundos, todo mundo de cara a parede e com as maos nas costas onde possa ve-las, bora caralho!!!

- Vou dizer o nome de cada um, e vocês falam seu número de R.G. e o nome da sua mae e seu pae! Logo vai pra aquele canto alí - señalando la pared opuesta - e ficam de cara a parede enquanto são algemados. Sem vacilar ou vão apanhar feio vagabundos!

- Jõao Mendes Pessanha!

- 2251851113 senhor, mae Leopoldina e pae Mauricio! - respondió el primero rápidamente.

- Bora! encosta na parede!  

- Ruan Rodrigues Martinés!

- Yo soy español señor - contestó Juan.

- Eu perguntei se você era espanhol? Seu vacilão! Número de identidade paiaso!

- 35962861- C, señor.

- Nome da tua mae e do teu pae, comedia!

- Florinda y Celso, señor!

- Pode ir otario! encosta lá com aquele outro vagabundo! Bora porra!!! - Gritó el agente.

     Juan se aproximó cabizbajo a la otra pared mientras el SOE continuaba leyendo nombres en la lista. Inmediatamente lo esposaron al otro preso entrelazandolos por los codos. Un dolor lacerante le acometió al sentir el frío metal mordiendo sus muñecas. Las esposas habían sido apretadas de tal forma que casi de inmediato cortaron el flujo sanguíneo a las manos. En pocos minutos todos estaban esposados y saliendo del edificio arrastrándose como podían, dada la extrema dificultad de caminar entrelazados de esa forma y al mismo  tiempo llevar sus pertenencias.

     En el patio de entrada, otros dos SOE, esperaban portando fusiles AR-15, que apuntaban hacia la fila de indefensos presos que se aproximaban a trompicones. En el centro del patio, un vehículo destinado al transporte de presos. Una furgoneta de hierro, con una casamata atrás, dividida en dos estrechos cubículos de 1 metro de ancho por 2 de alto, sin ventilación alguna. Los cuatro primeros entraron en el cubículo sin demasiada dificultad, los otros dos, a empujones y culatazos ya que el espacio sólo daba para tres personas en cada lado. Finalmente 12 seres humanos esposados con crueldad se encontraban enlatados en aquel infame vehículo, seis de cada lado. Animales que van al  matadero eran mejor tratados que aquellos pobres diablos.

     Dentro del cubículo, todos estaban prensados, unos contra otros o bien contra el hierro de las paredes recalentadas por el sol. Juan sudaba copiosamente y el sudor de sus compañeros de viaje impregnaba piel y ropas, un olor acre y dulzón penetraba sus sentidos aumentando la sensación de sofoco asfixiante. En su fuero interno deseó y pidió a Dios que el viaje en aquellas condiciones ignominiosas no durase mucho. Lágrimas de impotencia y desesperación comenzaron a entremezclarse con sudores y fluídos ajenos. En instantes, el vehículo comenzó a andar, cada curva, cada parada y cada aceleración incrementaban la intensidad de la tortura. En la penumbra escaldante de aquel horno dantesco, el aire escaso se convertía en la necesidad vital más acuciante eclipsando las demás necesidades. Sed, dolor y calor pasaron a un segundo plano, la prioridad era respirar. Las esposas mordían implacables sus pulsos. Sentía las manos adormecidas e hinchadas. Dolores absurdos se apoderaban de sus cuerpos maltrechos.

     El vehículo se desplazaba a un ritmo endiablado, con las sirenas aullando enloquecidas. Todo formaba parte de una estrategia perfectamente deliberada para incrementar el sufrimiento. Los SOE, eran buenos en esa cuestión, habían conseguido que el concepto "transporte de presos" y "tortura" fuesen sinónimos. Por eso, entre otras cosas execrables, eran temidos y odiados.  Juan jamás olvidaría aquel viaje a través de las calles de la "ciudad maravillosa". Casi media hora tardaron en recorrer los 16,9 km que separaban el hospital penitenciario de Ary Franco.

     Cuando el "camburão" llegó al destino respiraron aliviados. De dos en dos comenzaron a salir del vehículo. Estaban empapados en sudor y visiblemente doloridos. En fila, escoltados por los SOE entraron en el presidio.

     Una vez dentro, les quitaron las esposas, entregándolos a los funcionarios de guardia. Juan abría y cerraba las manos recuperando poco a poco la circulación de sus dedos amoratados. Una marca rojiza y profunda decoraba su pulso. Fueron todos conminados a sentarse en el suelo con la cabeza gacha mientras se solventaban los trámites administrativos de entrega, entre SOE y agentes penitenciarios. Tanto unos como otros, pertenecían al DESIPE (Departamento del Sistema Penitenciario de Rio de Janeiro), órgano encargado de administrar y dirigir las prisiones. Eran mayoritariamente seres carentes de cualquier tipo de empatía. El sufrimiento ajeno no les incomodabaen absoluto. Para ellos, el hecho de estar preso era justificativa suficiente para maltratar y humillar, independientemente de haber sido condenados o no. Insultos, vejaciones y malos tratos formaban parte del sistema.   

     A las 14:38 horas los funcionarios comenzaron su rutina de "triagem". De los 12 nuevos ingresos, 4 iban para la zona neutra en la galería A y el resto para la galería B con el Comando Vermelho. Los primeros a traspasar la puerta que daba a inspectoría fueron los destinados a la galería neutra. Juan estaba en ese grupo. En inspectoría se depararon con un enfermo agonizante tumbado en el suelo al que nadie prestaba atención. De su boca salía espuma, su respiración renqueante era casi imperceptible. Parecía invisible ya que, aparentemente nadie se importaba lo más mínimo con aquel desafortunado. El francés atrás del mostrador comenzó  a anotar los nombres de los nuevos internos en fichas personalizadas mientras los funcionarios registraban sus pertenencias y los obligaban a desnudarse.

    De uno en uno abrían sus hatillos y esparcían las  pocas ropas que tenían, para ser revisadas. Del neceser de Juan salieron 4 paquetes de marlboro light, que fueron inmediatamente confiscados por el francés. Uno de los funcionarios se dirigió a Juan:

- Aí vagabundo tem que cortar ese cabelo, não pode entrar assim na galería não.

    Enseguida, un faxina llegó con una máquina de cortar el pelo. La melena de Juan se transformó en un corte al uno. Antes de bajar para la galería, el francés le devolvió uno de los paquetes de cigarros como si estuviese haciendole un favor, al tiempo que decía en perfecto español;

- Si necesitas alguna cosa házmelo saber, aquí yo consigo casi todo. Normalmente tu consulado vendrá a visitarte y te traerá dinero, puedes hablar conmigo si necesitas alguna cosa entre tanto, ok?

- Ok, ok - Respondió.

     El francés era aquel tipo de persona sin entrañas que siempre intenta aprovecharse de la desesperación e ignorancia de los "gringos" que llegaban a Ary Franco, un ventajista miserable que se nutría del sufrimiento ajeno. Todo lo que revendía resultaba el doble de caro, una vez que pasaba por sus manos. Desde su posición privilegiada como perro de los funcionarios tenía acceso a todas las galerías y sabía aprovecharse de ello en beneficio propio.

     Lós 4 presos descendieron a la galería A, acompañados de un funcionario. Las escaleras terminaban justo enfrente de la celda A7. Desde allí, varios presos escuálidos observaban a través de los barrotes. A la izquierda, las 6 celdas federales, a la derecha la galería del TCP y del PCJ más allá al fondo del tenebroso corredor. Una puerta de rejas, que llegaban hasta el techo, separaba el ala federal del resto de las celdas de la galería.

     A medida que se adentraban en la galería, Juan reparaba aterrado en las manchas rojizas que adornaban las paredes. El hedor a humanidad era penetrante y nauseabundo. En las celdas 3, 4, 5 y 6 ocupadas por brasileños, los graciosos de turno golpeaban las rejas y vociferaban estruendosos;

- Vão morrer! Vão morrer! - deleitándose con la llegada de los nuevos.

      Era la típica recepción de bienvenida, marca de la casa, cuya única finalidad era amedrentar e intimidar a los recién llegados. Enseguida, el barullo ensordecedor de objetos diversos golpeando las rejas se extendía por toda la galería. Rostros agresivos asomaban por entre los barrotes sumándose a la estridente cacofonía;

- Vão morrer, vão morrer!!! - Gritaban al unísono.

- Klan, klan, klan!!! - resonaban las rejas...

     Los tres brasileños fueron instalados en la celda A4, Juan en la A1, junto con los extranjeros. Desde la celda de enfrente, la A2, los otros "gringos" observaban al recién llegado mientras entraba en la celda. Juan se vió dentro de una celda de unos 35 metros cuadrados con 16 camastros de hormigón, 8 a cada lado de un estrecho pasillo que terminaba en un patio al fondo. Inmediatamente percibió que todas las camas estaban ocupadas y que en el suelo había gente durmiendo entre cama y cama. El hacinamiento era total y el calor sofocante. Encima de la puerta de rejas tenían una televisión de 37" atada con "teresinhas" a los barrotes. Los que no dormían veían la televisión que emitía una telenovela. Nadie en la celda pareció interesarse por el recién llegado hasta que uno de ellos se dirigió a él;

- Eres español?

- Sí, de Barcelona, y tú?

- Soy marroquí, pero  vivo aquí en Rio, tengo mucha familia en España.

- Ah, menos mal que hablas español, ando un poco perdido. No hay más españoles aquí? - Inquirió Juan.

- En esta celda,  no. Ahí en la D2 hay dos o tres - Respondió el marroquí, señalando la celda de enfrente.

- Bueno, yo me llamo Rachib y tú? - Preguntó extendiéndole la mano para presentarse.
    
- Juan, encantado Rachib - Contestó mientras se la estrechaba y ojeaba la celda de enfrente desde donde varias personas observaban curiosas.

     Rachib, era un hombre de unos 50 años, delgado y nervioso que hablaba varios idiomas. Debido a su fluencia en varias lenguas siempre se encargaba de dar la bienvenida a los nuevos. De rostro bonachón y calva incipiente, inspiraba cierta confianza a pesar de sus ojos pequeños, negros y fríos. Enseguida explicó cuales eran las particularidades de la celda. No había camas libres, no había colchones y todo se compraba con dinero. Tal vez, alguno de los españoles de la otra celda pudiesen prestarle alguna manta o un pedazo de goma espuma para pasar la noche.


Celda A -17. Ary Franco.
17:30 horas.

"O Capeta" observaba con atención uno de los pinchos artesanales que sus compañeros estaban fabricando. Primero cortaban uno de los hierros laterales de sujección de las camas de hormigón, en forma de cuña y luego lo raspaban en el suelo de hormigón hasta afilarlo. Finalmente le ponían mango hecho con tiras de sábanas y estaba listo. El tamaño mínimo era 12 cm de hoja. Bastaban 5 cm para alcanzar el corazón. 

- Aí Marcio - exclamó Robson dirigiéndose al colega con el que había hablado al principio.

Este aquí é um estilete responsa pra ter nesta droga de cadeia, tá ligado? - comentó a la vez que ostentaba el pincho artesanal, acercándose a su interlocutor con pasos lentos.

- Se esta galería birimbolar, a gente tem que estar preparada, entendeu? Esse papo que tú deu de que aqui tá tudo controlado não existe não mané!

- Ou tu tá pensando que aqui os amigo vão ajudar você se os alemão invadir pra matar a gente? 

     Con un movimiento felino, Robson se situó atrás de Marcio, sujetando su frente con la mano izquierda, obligándolo  a levantar la cabeza y colocando el pincho a la altura de la carótida derecha, listo para penetrar el cuello.

- Aquí ou você tem um destes pra se garantir ou você morre parcero, ninguém aí ao lado na galería vai-te salvar - exclamó en su oído, con voz sibilina .

 - Só não vouche matar porque preciso de você mas se eu quiser posso enfiar este estilete no teu pescoço e ninguém aqui vai se importar não mané. Tá ligado?

- Tou sim, tou, que é isso Robson? não faz isso comigo não! - Imploró Marcio sintiendo el pincho presionando su cuello y entrando levemente en la carne.
     Pasaron unos segundos antes de que Robson lo soltase. Con los dientes apretados en un gesto de rabia contenida "O Capeta" lo empujó con la mano izquierda mientras le decía;

- A próxima vez que uma faca esteja no teu pescoço quero ver se você vai implorar com aqueles enemigos de lá fora otario!

     Marcio se apartó, tocándose el cuello, una pequeña mancha de sangre decoraba la yema del dedo. Un poco más de presión y el pincho habría acabado con su vida. Los ojos inexpresivos de Robson se clavaron en los suyos mientras le dedicaba una sonrisa malévola que resaltaba las horribles cicatrices de su rostro apavorante. Un silencio sepulcral se apoderó de la celda. Sin duda, Robson era el lider de aquel grupo subyugado, de eso no había duda. Se echó "la faca" a la cintura, retirándose en dirección al patio, donde dos  comparsas afilaban pinchos en el suelo de hormigón.


Parte II

El motivo.

     El día fue transcurriendo con la normalidad típica del presidio, los faxinas pululaban de galería en galería trayendo y llevando bebidas y alimentos de la cantina. La "internet" que era el nombre dado al sistema de comunicación entre las galerías, por medio de tiras de sábanas que iban de un extremo a otro, se movía sin descanso. Los presos fumaban, jugaban a las cartas, discutían, comían, hablaban por teléfono y veían televisión como siempre hacían. Aquel universo asfixiante latía como una ciudad apocalíptica, donde el miedo y la sinrazón campaban a sus anchas. Algunos funcionarios traficaban objetos prohibidos (teléfonos móviles y bebidas alcohólicas principalmente) a precios muy por encima del valor de mercado. Otros, se dedicaban a perseguir aquellos objetos prohibidos para luego revenderlos en un circulo de corrupción sin fin. Así era Ary Franco en julio de 2004, un lugar nefando  donde nadie querría estar si tuviese elección, ni presos ni agentes penitenciarios.

     Juan entabló conversación con sus paisanos de la celda A2, un canario de Las Palmas llamado Hugo y un madrileño de nombre José, los cuales en un alarde de generosidad patriótica, le prestaron un colchón de goma espuma fermentado por el sudor de otros y unas sábanas raídas y decoloridas. Poco a poco nuestro afligido catalán comenzaba a situarse en aquel caos bizarro.

     Llegó la cena a la hora de siempre y de nuevo el bullicio de las cacerolas y los cucharones repartiendo frijoles, arroz y carne de segunda. La comida no era de las peores y cabía la posibilidad de repetir. Los que no disponían de dinero no morían de hambre, no en aquellos tiempos. Después de cenar venían los funcionarios para hacer el último recuento del día. Normalmente eran tres, a veces cuatro, uno de ellos abría el candado de la celda y destrancaba el cerrojo, mientras los otros permanecían en el pasillo convenientemente armados con pistolas semiautomáticas calibre 380. Los presos se dirigían al patio de la celda y el funcionario los contaba uno a uno. Confirmaban que estaban todos y salían de la celda repitiendo la operación en la siguiente. Una rutina invariable que se repetía 2 veces al día, después del desayuno a las 08:00 horas de  la mañana y después de la cena.

     Todas las celdas  de la galería tenían un patio interior de unos 6  metros de altura y 8 x 5 metros de anchura y longitud, cuyo techo era una reja de hierro. Allá en lo alto desde la celda A1 se podía distinguir una garita de vigilancia con un policía militar custodiando aquellos tejados de barrotes, al  otro lado de la pared del  patio estaba la calle. Los presos escuchaban el bullicio del tránsito a través del muro de hormigón armado. Una cámara de video filmaba aquel corredor de rejas superiores,  desde la A1 hasta la A9. Allí otra garita y otra cámara enfocada hasta el final de la galería A. Las celdas de enfrente, las pares A2, A4, A6, etc. tenían el mismo sistema, sólo que al ser interiores, no daban a la calle.

     En los días que se siguieron, Juan fue aclimatándose a la nueva realidad deprimente. Estaba  preso y la perspectiva era bien pesimista. En el mejor de los casos, recibiría una condena de 4 años. Aunque lo más probable sería 7 u 8. En cualquier caso, comprendió que tendría que acostumbrarse a Ary Franco y que tardaría mucho tiempo en volver a caminar por las calles de su Barcelona natal. Al caer la noche, el ritmo ofuscante del presidio decaía también, los faxinas dejaban de recorrer las galerías, los funcionarios no abandonaban la inspectoría y los fantasmas de aquella infamia grotesca cobraban vida en la oscuridad de las galerías.

     Todas las noches, en la celda A7, un preso llamado Gustavo canturreaba un estribillo de un grupo paulista llamado "Racionais". Invariablemente cuando el bullicio del día daba paso a la quietud de la noche se escuchaba el cántico como si fuese un mantra retumbando por toda la galería A.

- "Queria que Deus ouvisse a minha voz!!!! (que Deus ouvisse a minha voz) no mundo mágico de oz" - repitiendo y repitiendo hasta la saciedad.

     Era una voz turbia, agúda, como si proviniese de la garganta de un niño con agmidalitis. Al mismo tiempo era poderosa, potente, tenebrosa... Una voz que se bifurcaba misteriosamente simulando dos voces diferentes. La primera parte del estribillo parecía venir de un garoto imberbe y la segunda de un hombre ronco y cansado. Era Gustavo el "viciado" y su mantra cansativo se prolongaba durante horas y horas en la madrugada de la galería A.

- "Queria que Deus ouvisse a minha voz!!!! (que Deus ouvisse a minha voz) no mundo mágico de oz" 

     A nadie parecía molestarle el cántico de aquel joven refugiado en la celda de los parias del crímen. Gustavo estaba "maluco", todos sabían que su cabeza no regía bien. Si consiguiese sobrevivir a Ary Franco, moriría en las calles. Un desertor del "Comando Vermelho" estaba condenado a morir. Tarde o temprano sus antiguos compañeros lo ejecutarían sin piedad, en la cárcel o en las calles, su suerte estaba echada y él lo sabía. No parecía importarse con ello, lo único que le interesaba era esnifar cocaína y fumar marihuana, lo demás era intrascendente para él.

     Decenas de ratas grises correteaban por las galerías inmundas disputándose por los corredores restos de comida, que sobraban del reparto de la cena. Hacían las veces de servicio de limpieza nocturno. Sus chillidos agudos poblaban la oscuridad. Evitaban las celdas porque aquellos roedores sabían que tras las rejas había predadores humanos. Algunos hacían trampas con cordones de tenis y  capturaban a las más destemidas, para después ahorcarlas y dejarlas colgando de los barrotes más altos de la celda.

- "Queria que Deus ouvisse a minha voz!!!! (que Deus ouvisse a minha voz) no mundo mágico de oz" -
     Escalopendras sudamericanas (lacraias) se refugiaban en los lugares más húmedos y se arrastraban hacia dentro de las celdas con osadía, a la busca de insectos cuando caía la noche. De vez en cuando tropezaban con alguien e inoculaban su ponzoña en la carne produciendo fiebres, dolores y úlceras horribles que tardaban semanas en cicatrizar. Cucarachas repugnantes, del tamaño de un pulgar convivían con humanos en una relación insalubre. Mientras mosquitos tropicales fotosensibles y portadores de enfermedades mortales masacraban a todos durante las inefables noches.

- "Queria que Deus ouvisse a minha voz!!!! (que Deus ouvisse a minha voz) no mundo mágico de oz" -

     Hacía mucho calor y Juan no conseguía dormir. Intentaba acomodarse en el parco colchón de goma espuma entre dos camas de hormigón pero cuando no eran los mosquitos que perturbaban su descanso,  eran las cucarahas. Si se tapaba con la sábana se libraba de los mosquitos pero el calor sofocante le impedía descansar. Aún encima, el espacio entre las dos piedras de hormigón daba sólo para dormir de lado. Sudaba copiosamente mientras insectos impiedosos lo infernizaban. Todo estaba en relativo silencio. Podía escuchar los molestos ronquidos de algunos de sus compañeros casi como si estuviesen pegados a él, cerca, demasiado cerca... 

25 de julio. Domingo.

    El día amaneció agitado, eran las 08:07 horas cuando los agentes penitenciarios iniciaron el recuento. El ruído metálico de las puertas de barrotes abriéndose y cerrándose en la galería de encima despertaron al maltrecho Juan, que había dormido un par de horas a trancas y barrancas. Poco a poco, la celda comenzó a despertar, hacían fila para utilizar la repugnante letrina que servía también como ducha. Encima del agujero hediondo, una ducha de plástico goteaba incesante día y noche. Los que dormían en las literas superiores descendían adormilados mientras los desafortunados que languidecían en el suelo retiraban sus cochambrosos colchones para crear espacio en la celda.

     En seguida, el turno de funcionarios llegó al subsuelo,  comenzando el recuento por la celda de  los parias, la  A7. Siete presos se levantaron para ser contados al tiempo que uno de los funcionarios pasaba las llaves por las rejas produciendo el ruído metálico que terminaba de despertar a todo el mundo en la galería.  Era un sonido característico que se repetía en cada galería.

- Tlaaaaaammmm!!! Tlaaaaammmm!!!
- Confere!!! - Exclamó uno de ellos, mientras abría el candado de la A7.

     Al contar percibieron que faltaba uno.

- Cadé o outro? Está faltando um, rapazeada! - Inquirió el agente penitenciario.

     Los presos, señalaron una de los catres, al fondo de la celda. Sobre la piedra de hormigón, un cuerpo debruzado sobre papel de periódico permanecía ajeno al recuento. El funcionario responsable por el recuento del turno de la mañana se dirigió al dormido diciendo:

- Aí vacilão, você não vai respeitar o confere comedia? Acorda aí malandro! Bora paiaso!!!

     Al ver que no contestaba, tocó su espalda esperando una reacción. El cuerpo permaneció de espaldas, inmóvil. Una sábana agujereada por quemaduras de cigarro lo cubría. El agente levantó la sábana y lo tocó de nuevo, esta vez en el cuello, a la altura de la carótida. Estaba frío, no tenía pulso. 

     En las celdas adyacentes, los demás presos perciberon que alguna cosa estaba pasando en la celda A7, los funcionarios tardaban demasiado en terminar el recuento. Desde la A6 que daba para ver parte de la A7 enfrente y a la derecha, varios internos observaban con curiosidad a través de los barrotes. Enseguida, 4 compañeros del muerto lo sacaban de la celda en la propia sábana que le había servido de mortaja. Aparentemente se había ahogado en sus própios vómitos durante la noche. Era Gustavo el "viciado", su sufrimiento había terminado, finalmente la muerte se lo había llevado en silencio. Uno más para engrosar las estadísticas fatídicas de Ary Franco. Nunca más se escucharía su cántico en la galería A.

     El recuento prosiguió como siempre, sin más interrupciones. El cadáver fue retirado de la galería y la "normalidad" se instaló de nuevo por los corredores. Al poco, llegaron los faxinas con el desayuno. Portaban un barril plástico con 50 litros de café aguado y algunos sacos de pan. Recorrían el pasillo de celda en celda, repartiendo un mendrugo y una dosis de café caliente a cada interno. Poco a poco la galería cobraba vida e "internet" iniciaba su recorrido a través de los barrotes trayendo y llevando cigarros, dosis de "maconha" y notas con mensajes, entre otras cosas. La noticia del día era la muerte de Gustavo el "viciado". 

     Después del desayuno comenzaban a llegar los faxinas de cantina que se encargaban de difundir la noticia de la muerte de Gustavo por las demás galerías, además de hacer las veces de correos entre las diferentes facciones. Si alguien quería comprar marihuana en otra galería tenía que recurrir a los faxinas. Uno de ellos, apodado "Cazuza", era el encargado principal de hacer las compras en la galería federal. Corrupto y ventajista, se aprovechaba convenientemente de su status, consiguiendo cualquier cosa en toda la prisión, teléfonos móviles, tarjetas prepago, drogas, ropas e incluso revistas porno.

     Cazuza adoraba intermediar con las dos celdas de "gringos" ya que éstos no conocían los precios exactos de las cosas y el inefable faxina siempre ganaba algo a más. Era la única forma de mantener su vicio, ya que esnifaba cocaína a toda hora. Para él, los gringos significaban dosis y dosis extras de polvo blanco.

     Ary Franco era una entidad de corte diabólico, todo en aquel lugar irracional estaba basado en la corrupción y la desidia. Faxinas y guardianes patrocinados por el Estado carecían de escrúpulos. Para ellos, conceptos como reinserción, rehabilitación, justicia, protección o solidaridad eran sólo eso, abstraciones que no tenían nada que ver con sus funciones reales. Pero el problema de aquella prisión absurda no era sólo el despreparo y la falta de ética profesional de sus trabajadores, iba mucho más allá de eso. Un mal arcano, antiguo y arquetípico corrompía todo dentro de aquellos muros impiedosos.  Durante años, episodios siniestros se habían desarrollado entre aquellas paredes, bajo  la ineficaz tutela del Estado. Asesinatos, ejecuciones, torturas, agresiones, motines y sufrimientos diversos impregnaban el edificio. Muchas vidas terminaran abruptamente en aquel edificio y de alguna manera sus almas perturbadas permanecían adheridas en el ambiente sofocante. Podía sentirse la presencia de la muerte, serena, obscura, omnipresente... acechando  en la oscuridad... esperando el momento  de cobrarse otra alma.

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